sábado, 4 de junio de 2011

MIGUEL FERRANDO EN ESMIRNA



Hola a todos:

Durante este encuentro, Miguel nos hablo de su obra en prensa, Iliria, un hermoso libro de poemas de alrededor de tres mil versos que pronto encontraremos en las librerías.

La poesía de Miguel es visionaria, romántica , torrencial, arrebatada y culta. Tan imaginativa como sabia en su propensión a entablar poético diálogo con las entretelas del ser. Una obra, en suma, que vale la pena conocer, y que agradecemos enormemente que compartiera con nosotros.

Os dejamos algunos poeamas del autor que esperamos disfrutéis.

A diferencia de otros años, este curso sí celebraremos Esmirna en junio, para compensar la irregularidad en las convocatorias que por diversos motivos hemos acusado este invierno.

Os esperamos entonces.

Un abrazo.

Equipo Esmirna.




Poemas de Miguel Ferrando

XXXII


PALABRAS FUTURAS

Yo soy un primitivo
que recorre los pueblos y se asombra.
Afilo mi lasca de sílex, como una pluma,
y me creo escribir proverbios en el suelo,
pero sólo soy un primitivo
que se asusta, le gruñe a las estrellas,
y se acerca a lameros los pies,
como escribiendo los versos sagrados del camino.

Escuchad.

Escuchad mis palabras futuras.
Cuando deje de gruñir.

Escuchad.

Escuchad como si conocieseis
el lenguaje de los hombres,
como si no fuésemos todos unas hordas primitivas
que se agrupan alrededor del fuego.


LX

YA LO HE VISTO

Ya lo he visto.
Con el ojo desbordado, el manantial de mi mirada,
surte, nutre, humedece, ensaliva las visiones.
Ya lo he visto, y derramo lo que vi, nueces,
se me caen, nueces cerradas, silvestres, amargas
y profundas, delatan mis saltos, mi laberinto.
Recoged los frutos por los riscos secos,
que los coman los niños
hay un minúsculo minotauro en cada nuez.
Yo espero con las piernas colgando
por el acantilado, yo, de vértigos y de suicidios,
con las piernas colgando, porque lo vi,
una mirada y supe que lo había visto.

Soy ya del regreso. Antes que las cáscaras
que rodando no llegan a las olas. Antes penetrar
por un agujero de este acantilado muro,
dentro de mil años me encontrará la mar,
como la larva que nunca eclosionó, futuro cándido,
muerte de musgo.

Desesperanzas sin nacer, Hipólito os recuerda.
Cerca de mí germinan como sauces
los pensamientos, se enrojecen las caras
con mi rubor manantial. Me descuelgo al vacío
y me vuelvo a aupar a su orilla.
Cada nuez tiene en su interior un Ícaro sin alas
o un insecto volador.
Cerca de mí los salmos del crepúsculo,
yo también correría a escucharme, si dejase de saltar,
de desbordarme, de lamer las rocas.
Abandonar mi destino de larva,
dejar de regresar, no ser el que vio
lo que ya había visto.

Abandonar. ¿Abandona el pensamiento
que decide ser sauce?
Cada nuez tiene una cáscara y una sabrosa semilla
con forma de cerebro. Cada niño tiene en su cuna un laúd
para suspirar los suspiros de su madre,
y una lira
para bajar a los infiernos.


LXVIII

LLUVIA, LLUVIA

La lluvia, entre la fachada y yo,
desde aquí, abajo, el desagüe que traga,
una garganta muda, cúpula que revive,
pátina de cobre, la ciudad asciende,
un vendaval que aúna, un pelo de mujer que seca,
limpia, ahoga, el diluvio interior, una suela
encharcada, un corazón que cae,
el cuerpo que baja con las gotas, la respuesta más franca
es la del jíbaro, aguacero jíbaro
no me mojes la frente, compimiento de euforia,
se deshace la fiesta, la soledad tiene excusa,
los amantes jíbaros se protegen
los cráneos, la garganta de luz, la saliva
es de humo, guerreros encogidos,
hermandad es atlánticas, gime, sacia, socava,
el refugio más franco es la desnudez,
desertar de la lluvia es ya desertar, empaparte de gotas
que se anulan entre sí, que te disolverían,
como se disuelve el Apocalipsis cotidiano
del regreso.

Como bruñe los arrozales, con el metal metafísico,
abajo el fermento, arriba Dios,
el espejo del agua refleja un volcán invertido,
una ciudad cayendo, volando, repoblando
los arrozales, las anguilas y el perro cadáver,
no hay dolor tan franco como el del niño
o el egoísta, lejanía alba de araucarias y tracas,
abajo un Dios, arriba la tormenta.
Volverán las gotas a inscribirse en su nube.
Volverá el poeta a celebrar la metáfora.
No hay entrega tan franca
como la del sagrado puerco.
Las hordas, las naciones jíbaras dominarán la tierra,
alboradas, se recogen, tempestades, urbes,
una Biblia de comas y paréntesis.
La lluvia entre la fachada y yo,
el desagüe me traga, una garganta muda,
desciende la ciudad y yo me siento desnudo,
un pelo de mujer, ahogo, el diluvio interior, limpia,
el corazón que sube, arriba Dios, abajo las anguilas,
la respuesta más franca es la del jíbaro.

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