Hola a todos:
El pasado 18 de febrero nos visitaron dos excelentes poetas, Jaime García-Máiquez y Fernando López de Artieta, a quienes agradecemos sinceramente el tiempo que nos dedicaron.
Ambos nos ofrecieron sus diferentes estilos, en las antípodas el uno del otro. La sensibilidad de Jaime contrarrestaba el cinismo y la ironía de Fernando.
Un encuentro que quedará en el recuerdo y que queremos compartir con vosotros con los siguientes versos.
Os esperamos en la próxima.
Equipo Esmirna.
OH, MUNDO
El poeta declara su nombradía
Mi casa me desprecia. Me insultan los amigos.
Trabajo todo el día. Escribo necedades.
Me rechazan los libros los tiernos editores.
Humillan a mi Dios. Lo crucifican.
Persiguen a su Iglesia como lobos hambrientos.
Mi existencia es estéril. Nada tiene sentido.
Oh, mundo, cómo dueles. Oh, tiempo inexpugnable.
Oh, amor insoportable como el fuego.
Mis instrumentos de trabajo son la verdad y la vida.
¡Oh, mundo cruel, qué suerte haber nacido!
Os esperamos en la próxima.
Equipo Esmirna.
OH, MUNDO
El poeta declara su nombradía
Mi casa me desprecia. Me insultan los amigos.
Trabajo todo el día. Escribo necedades.
Me rechazan los libros los tiernos editores.
Humillan a mi Dios. Lo crucifican.
Persiguen a su Iglesia como lobos hambrientos.
Mi existencia es estéril. Nada tiene sentido.
Oh, mundo, cómo dueles. Oh, tiempo inexpugnable.
Oh, amor insoportable como el fuego.
Mis instrumentos de trabajo son la verdad y la vida.
¡Oh, mundo cruel, qué suerte haber nacido!
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Jaime García-Máiquez
AVERÍA
I
No sé qué fogonazo de la eléctrica
ha fundido de pronto, como siempre,
los trastos de la casa: la estufa, la nevera,
las bombillas, la tele…
Tu casa, en un momento,
se ha convertido en un lugar ausente,
en un vago recuerdo
en el que te has sentado
desahuciado, sumiso y obediente.
II
A los pocos segundos han ido floreciendo
tus más ciegos sentidos, haciéndose más fuertes:
igual que en un milagro, tus oídos escuchan
el silencio, tu vista se trasciende,
y el tacto tartamudo de tus manos
va modelando por primera vez
las cosas nuevamente.
III
En la pueril catástrofe
el silencio se enciende.
Un silencio que abraza luminoso,
que se sienta a tu lado, que te escucha
sin prisa, atentamente,
que parece que cae muy despacio del techo
como discreto polvo
en la blanda madera de los muebles.
IV
Cuando se sufre –pues se sufre a veces
de repente, sin más,
sin previo aviso, cuando ves la tele
o escuchas El Mesías prodigioso de Handel-
es como si, de pronto, se te apaga la casa:
te sientas, desahuciado, y, poco a poco,
hay sentidos dormidos que se encienden:
oyes bien donde no escuchabas nada;
el tacto dice cosas; ves, sin mirar, la vida…
De otra manera, el mundo se te ofrece.
Lo has dicho alguna vez:
el dolor y la sombra se parecen.
Jaime García-Máiquez
SONETO A LA ROSA
Siglos y ripios de tradición literaria no han hecho más
que embalsamarla en una estéril literatura;
es un ejemplo perfecto –hay una extensa bibliografía-
de muerte sobrenatural por inhalación de éxito.
Son frágiles al frío, a los suspiros, a las tierras pobres,
a compartir su territorio, a todos los insectos;
son redichas, suficientes, aparatosas, exageradas,
tiene conciencia de clase y, para colmo, pinchan.
Van como los huevos en manadas de a doce,
y en sus tarjetitas siempre pone lo mismo exactamente
y leerlas emociona siempre exactamente lo mismo
buscándose exactamente el mismo efecto persuasivo siempre.
Sabíais que no debíais tocarlas, pero yo os doy
un mandamiento nuevo: mejor ni las miréis.
Siglos y ripios de tradición literaria no han hecho más
que embalsamarla en una estéril literatura;
es un ejemplo perfecto –hay una extensa bibliografía-
de muerte sobrenatural por inhalación de éxito.
Son frágiles al frío, a los suspiros, a las tierras pobres,
a compartir su territorio, a todos los insectos;
son redichas, suficientes, aparatosas, exageradas,
tiene conciencia de clase y, para colmo, pinchan.
Van como los huevos en manadas de a doce,
y en sus tarjetitas siempre pone lo mismo exactamente
y leerlas emociona siempre exactamente lo mismo
buscándose exactamente el mismo efecto persuasivo siempre.
Sabíais que no debíais tocarlas, pero yo os doy
un mandamiento nuevo: mejor ni las miréis.
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Fernando López de Artieta
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