domingo, 17 de octubre de 2010

JAVIER LOSTALÉ EN ESMIRNA



Hola amigos:

Finalmente celebramos nuestro primer encuentro de este curso con Javier Lostalé, que nos dedicó una lectura amena, jalonada de poemas y anécdotas, de recuerdos y reflexiones acerca de su obra.

Al final, si algo nos quedó claro es que en la poesía del madrileño se aúnan deseo y correspondencia, que en su obra nos visita sin proponérselo, siempre a través de un camino de reflexión guiado por la experiencia sensitiva y el contacto con lo cotidiano, que se canta dotando de voz propia a la realidad de las cosas. De ahí sus versos a el espejo, la cama, las radiografías, las gafas, el mantel... De ahí los hermosos poemas en prosa de La estación azul, un libro sobresaliente de este (sub)género.

Os dejamos algunos poemas del autor que esperamos sean de vuestro agrado.

Un abrazo y hasta la próxima.



LA FRONTERA


Todos vivimos en la frontera, a un paso de la felicidad y a otro del abandono y el desamparo. Somos unos refugiados sin territorio que estamos pendientes de que alguien nos nombre para sentirnos habitantes de algún lugar. Nos vestimos cada día sin saber cuántos grados de soledad seremos capaces de alcanzar, o si, por el contrario, nos sucederán tantas cosas que hasta nuestra chaqueta se sentirá extraña. Y al arribar la noche no sabremos dónde estamos, cuánto nos queda para llegar a la maravilla o al precipicio. Libramos una batalla con nosotros mismos en la que somos reyes y mendigos. Mientras nos ponemos la corona del triunfo o del dinero, nuestro corazón despojado muestra sus harapos. Todos vivimos en la frontera, en la invisible línea que separa palabra y silencio. Hablamos y no hacemos sino callar lo que realmente queremos decir. Guardamos silencio y nos desnudamos de tanto contar. Abrimos una puerta y cerramos un sueño. Tapiamos una ventana y los ojos se queman con el paisaje. Recibimos una carta y el tiempo pasado borra sus letras. Entre lo claro y lo oscuro navega nuestro pensamiento, y arde cuando sólo quedan las cenizas. Toca la verdad pero se ve deslumbrado por la mentira. Su alma es la razón y, sin embargo, a veces delira. Nada es como es y todo es como nunca fue. Así, instalados en esta frontera del desconcierto, transcurrimos. Nuestros labios mueven el aire del beso y una piel se estremece mientras huye. Nuestras manos se tienden sobre un cuerpo y se vuelven sordas. Queremos hacer algo y nos llaman de otra parte. Nos quedamos quietos y giramos veloces empujados por deseos y presencias. Perseguimos lo imposible y pasamos de largo ante lo que nos ofrece su compañía. Afirmamos estar enamorados y nunca medimos el amor por la calma de los días. Decimos «sí», y sólo pensamos en nosotros. Escribimos «no», y entre las dos letras tiembla la duda. Plantamos una rosa y crece sólo la herida hecha por sus espinas. Todos vivimos en la frontera, anudados a la paradoja, sirvientes del dolor en la alegría y de la ignorancia en el saber. Todos vivimos en una lágrima dentro de la felicidad. Todos tenemos lo que perdemos y escuchamos lo que no nos dicen. Todos habitamos aquello de lo que fuimos desterrados. Todos pregonamos unos principios desmentidos luego por nuestros actos. Y al cruzar a la otra orilla nos ahogamos arrastrados por las voces que ya no oímos. ¡Qué delgada frontera abre y cierra nuestra vida!

(De La estación azul, 1998-2001)



TODOS NECESITAMOS A ALGUIEN

Todos necesitamos a alguien. Desde que nacemos somos la herida abierta de un nombre, príncipes voluntariamente destronados por la sombra de un ser. En nuestros primeros balbuceos destella la corola de unos labios que nos pro­nuncian. Y si abrimos los ojos alguien nos cruza a su ladera. Todos necesitamos a alguien para tener historia, para entrar en la aurora con las alas de un secreto, para atardecer en el horizonte cansado de otro corazón. Todos necesitamos a alguien para que nuestras palabras se escuchen como señas de lo que en silencio constantemente arriba. Y así quien responda sepa que la voz que oye está pulsada por la trans­lúcida campana de lo ausente. Todos necesitamos ser sueño de alguien para que se abra en nuestra soledad el cuerpo de lo invisible y abracemos su fantasma de luz hasta confundir el tiempo. Todos necesitamos deshabitarnos en la memoria de alguien cuando la sangre desborda sus estrellas. Nuestra imagen, clara se refleja en la distancia hacia otro ser. Nunca triunfamos solos, sino que siempre un corazón planta su rosa en el centro de nuestra gloria. Y su aroma nos devuelve a la pureza del principio. Nunca fracasamos solos, pues la fidelidad de una voz en su tiempo nos resucita. Detrás de cada movimiento nuestro otros pasos nos dibujan en su paisaje. Y no hay silencio sin dos. Somos el flujo de la mirada que nos sostiene, el ala rota del pájaro de otro pecho. Y si lloramos nuestras lágrimas resbalan por el espacio vacío que dejó otro ser. Somos el infinito de un momento de amor, el rostro de quien un día nos besó. Y se hizo carne. Somos el día siguiente de un cuerpo que una noche nos navegó. Somos lo que no somos cuando alguien dentro de nosotros ardió. Vivimos como una cometa pren­dida al seno del aire de otro ser. Su pulso es nuestro rumbo. y cuando ya no estemos alguien todavía respirará el mundo desde nosotros.

(De La estación azul, 1998-2001)


¿DÓNDE ESTÁS?

¿Dónde estás, criatura sin amor de mi vida?
Como un planeta silencioso me envuelve tu luz
que tú no sabes y yo no alcanzo.
Quieta caminas hacia mí
dentro de tu ángel dormido
que con su halo de sueño
me despierta a tu lado,
bella criatura sin nombre ni cuerpo
a cuya sombra me entrego
en tiempo y espacio anterior al deseo,
pues allí donde existes
una forma muda
en soledad se recrea.
Pura ausencia de mi vida,
fe sin dios en que amanezco,
concíbeme en tu profundo latido sin aire
para que, juntos, nos olvidemos
en el mismo amor desierto.

(De Tormenta transparente, 2010)

ADOLESCENCIA

Árbol con firmamento de columpio.
Brisa de tentación
con su cellisca de seda.
Verano que late
como la llama de cobre
de un pecho.
Visillos con resbalada
luz de pájaro.
Rostro abatido
contra la propia niebla
de sus lágrimas.
Cama con mareas
de un desnudo.
Filamento de una mirada
encendida en días sucesivos.
Fija nube translúcida
del deseo.
Bicicleta que transpira
la orilla esmeralda de un río.
Tormenta seca
de cuerpo a punto de alumbrar.
Misterio de un rostro
en el sueño copulado.
Beso que resplandece
en su estación total.

(De Tormenta transparente, 2010)

CARICIA

Nunca tu caricia fue primera,
siempre te escondiste
entre sus dardos de sombra
para no estar,
mientras yo perdía el sentido
en la flor más intacta.
Un cuerpo sin destino
mis ojos escuchaban
entre círculos palpitantes
que mojaban la penumbra
con su respiración de labios.
El tacto del pensamiento
alzaba su paraíso
para pronto desvanecerse
en la distancia más dolorosa,
la que inunda
sin lugar donde rendirse.
Apenas un movimiento bastó
para que toda mi vida
se cruzara contigo
en soledad de vencido.
Sin tiempo
incubaba tu palabra
en el espacio puro
por el deseo amanecido,
pero tú callabas
en una desierta lejanía
donde a veces tocaba
el incandescente límite.
Cansado de no existir
cada mañana aún reposo
en la aurora de tu olvido.

(De Tormenta transparente, 2010)

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