El pasado viernes 25 de enero tuvimos el encuentro con María Anotonia Ortega de cuya presentación se ocupó Juan. Os dejamos aquí el meollo de esta intervención.
Literatura sin prisas. Paciencia, silencio, memoria.
Por Juan Meseguer.
Frente a la "poesía del facilismo” –incapaz de contenerse ante la última ocurrencia o el último chiste fácil del ingenio–, María Antonia Ortega nos invita a esperar; a cultivar la interioridad con detenimiento. “Vamos a regresar ahora a nuestro interior, para escribirnos cartas con fecha de mañana”, propone en La viña de oro. O, como dice en Disgresiones y rarezas, “el agua se recoge siempre en la fuente y no en el cauce”.
Esa caída en picado hacia el interior de cada uno no significa necesariamente ensimismarse. El equilibrio lo pone la actitud contemplativa, que es apertura a la realidad. Para que el cultivo de la interioridad no degenere en la tiranía del aislamiento –nos viene a decir María Antonia– hace falta rozarse con el don y la belleza de lo perecedero, celebrar la hoja caduca. “Coronar nuestra carne mortal, envolverla con el olor de los parques en Otoño es el único mérito del poeta”, escribe en La pobreza dorada.
Salir a los parques (o sea, a la vida) y disfrutar con “la luz de una tarde cualquiera”. Pero, al igual que el silencio exige de nosotros una escucha atenta, la contemplación va acompañada también de una actividad interior. Es aquí donde María Antonia despliega su “filosofía de la mirada”, en la que aúna ética y estética. “La filosofía de la mirada me aparta de la negación”, dice. “Mirar es vivir siempre agradeciendo”. Es “la mirada amorosa” que sabe aplazar, cuando cree que debe hacerlo, la satisfacción del deseo o la apropiación indebida de algo o de alguien.
De ese acariciar el mundo con la mirada, pero sin llegar a poseerlo, surge la memoria. Porque no se ha llegado a poseerlo, se puede volver a él como a un terreno virgen. La memoria no es sólo recuerdo; también es deseo y sueño y, por eso, mirada hacia delante. “No cerraré del todo, no cerraré dando un portazo la puerta del poema; la dejaré entreabierta, aunque siga su madera golpeando toda la noche y no me deje dormir”.
Hasta la próxima.
Equipo Esmirna.
Poemas de María Antonia Ortega
El lenguaje es el sueño más hermoso del hombre, pero también el más inalcanzable. Hablar es soñar.
Pues la palabra pájaro, ¿acaso no vuela más alto que el pájaro?
Y la palabra manzana, ¿no brilla más que el fruto?
Y las rosas amarillas, ¿no florecen al mismo tiempo en mis labios que en mi jardín?
de La pobreza dorada
ESTRELLAS
Error de cálculo o precisión matemática, nuestras vidas fueron una hoguera sin consumirse.
Fugaces nos salimos de la órbita.
Aunque hayamos sido provocados como incendios jamás destruiremos los sembrados.
Además, en la próxima vida seremos sofocados por el agua y gozaremos de las tardes apacibles.
Conoced el dolor de las estrellas: ser más bellas cuanto más lejanas.
de Descenso del cielo
Oh Europa, púber,
bosquecillo,
vello de árboles en flor,
¿tendrás paciencia
hasta que maduren los frutos
del nuevo conocimiento?
Como las velas de una regata
en un horizonte todavía cercano
se extienden aquellos siglos azules,
como las aristas de los montes
cuando se funde la nieve
y el agua baja en cascadas.
El viento nos empuja como siempre;
y al soplar suavemente
como el pasado,
la llama tiembla
pero no se apaga.
Aprende a silbar otra vez
suavemente
paseando por las calles
con las manos en los bolsillos.
A tu saber
todavía le falta sabor;
y a tus universidades
más cúpulas,
bóvedas,
arbotantes,
más locura, más pasión,
miradores
para dominar desde allí
un amplio horizonte onírico
y bebederos para palomas.
Te falta emoción,
entusiasmo,
alguna emoción pura.
La piedra de tus estatuas
y catedrales
está ahora más conmovida que tú.
de Poema alemán
Ya es hora de salir a abrazar
la frágil condición humana,
en pie como una columna griega
semejante al camino
que sube de la playa,
de cuyo fuste
entre sus pliegues de arena
el tiempo se hace
cuanto más antiguo
más presente,
como las huellas de la humedad
en la pila de una fuente
junto a los rosales de la pérgola.
de El pincel fino / A dreaming woman
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